-Podés escuchar esta carta acá-

Hola ¿cómo estás? Antes que nada, gracias por estar del otro lado y tomarte un ratito para compartir este espacio. 

Para empezar te cuento que cada vez escribo esta carta más cerca de la fecha de entrega y no sé muy bien por qué, pero me estoy amigando con esa idea. Quizás se deba a mi reciente mudanza a una ciudad nueva, con todo lo que eso implica, o también puede ser por las ganas de tomarme los últimos días del mes para definir sobre qué quiero escribirte, en vez de planificar algo que después no me despierta tanto entusiasmo profundizar.

Este mes, entre la mudanza que te contaba y todo el estímulo de habitar una ciudad mucho más grande, me sentí bastante abrumada de a momentos. Entre crisis y crisis, fui descubriendo que los lentes con los que miraba mi presente podían transformar cómo me tomaba cada suceso o desafío. Así fue que llegué al tema de esta carta: las miradas. 

En una de mis últimas sesiones de terapia, mi psicóloga me propuso que, a pesar de lo paradójico que podía sonar, intentara practicar la aceptación. Unos días después me encontré con una frase que me lo recordaba: