Hola ¿cómo estás? Gracias por estar del otro lado y tomarte un ratito para compartir este espacio.
Empecé el mes de agosto en un lugar nuevo, me imaginaba que traería nuevas sensaciones y formas de observar. Por eso, un día, intentando definir este lugar en una palabra, me encontré con un color: el verde. Como no se me ocurrían otras maneras para describirlo, empecé a pensar en todo lo que manifestaba ese color y por qué llamaba mí atención.
Esta reflexión me hizo pensar en otros lugares en los que viví y el color que los definía cuando estuve ahí. Pero, lejos de proponer una simplificación, me pareció un lindo ejercicio pensar en los colores definiendo los diferentes sitios que conocemos, como un modo de guiar la observación. Podemos buscar coincidencias, trazar recorridos, proponernos un punto de partida.
Por eso, en esta carta elegí los colores como disparadores. Y para hacerle honor a esta iniciativa de prestar atención a nuestro entorno, me vine a escribirte desde el fresco de la montaña, rodeada de verde.
Mientras escribía seguía pensando en esta idea: la manera en la que un color logra su tonalidad específica suele ser por un conjunto de diversos factores, por ejemplo, otros colores, luces, sombras. Al mismo tiempo, pienso que un lugar al ser definido por un color no niega los elementos que lo conforman. En el conjunto está el rol de quien observa, las personas que lo habitan, la transformación de los elementos que lo componen. De esta manera, definirlo a través de un color específico fue elegir con qué lente quería observarlo.
Así que acá vamos. En esta edición te comparto 4 cosas que pueden disparar ideas nuevas, inspirarte o traerte algunas preguntas.